lunes, 2 de diciembre de 2013

De la Arcadia feliz a la prostituta de Babilonia - Ciudad ideal, utopía y distopía


Campo / Ciudad / Urbano / Rural / Rústico / Babilonia / Arcadia / Ciudad ideal / Utopía / Distopía
Casa de los Salvajes, Úbeda
(el cartelito, no sé si huelga decirlo, no es del siglo XVI)

Oposición intrínseca de los sentimientos encontrados (atracción y rechazo) que suscita la comparación intelectualizada de la sociedad compleja de las ciudades (la civilización) con la simplicidad de la "vida retirada" en el campo y la convivencia en reducidos grupos (pueblos o aldeas). Es visible desde el comienzo de la literatura: en la Biblia, en Anacreonte, en Horacio. Éste expresó en palabras que se convirtieron en tópicos la duplicidad de sentimientos que la élite culta urbanita tiene por lo vulgar, por lo iletrado y por lo rural ( Beatus ille / odi profanum vulgus ).

El desprecio de los patriarcas nómadas del Antiguo Testamento hacia la vida urbana cosmopolita se reflejó en el mito de la Torre de Babel, prolongado hasta el último libro de la Biblia (la "prostituta de Babilonia" del Apocalipsis, utilizada por Juan como una metáfora de Roma y por Lutero para lo mismo, pero en otro contexto histórico). Para un nómada como Abraham, la sofisticada ciudad de la que huye (en su caso, la mesopotámica Ur) tiene un irresistible atractivo, que equipara al vicio y al pecado, y convierte en sinónimo de promiscuidad, degeneración y afeminamiento, merecedor de el más terrible castigo (como verá la familia de Lot en Sodoma y Gomorra). Los profetas repetirán incansablemente sus "jeremiadas" frente a la corrupción de las ciudades propias o ajenas. El virtuoso, que aspira a ser justo y santo, debería renunciar a todo lo superfluo, y conformarse con vivir ascéticamente en el desierto, en una tienda o en una cueva, comer frugalmente alimentos sencillos y limitar el sexo a las necesidades de la reproducción dentro del matrimonio. También sus aspiraciones políticas, sociales y económicas deben refrenarse: obedecer acríticamente las órdenes paternas y desconfiar de cualquier forma de enriquecimiento que no provenga de la imprevisible naturaleza, a veces fecunda, a veces estéril o incluso catastrófica, pero a la que no se debe pedir cuentas (Job). Frente al extranjero, mantener las leyes de la hospitalidad, pero estar dispuesto a la máxima violencia, incluso a su exterminio: no hay que olvidar que sigue llevando la marca de Caín (el agricultor), el que mató a Abel (el ganadero).

La ruralizada Edad Media convirtió al rústico en alguien del que burlarse, pero también al que temer, si se revuelve (de furorem rusticorum libera nos Domine). La búsqueda de Arcadias felices, alejadas de los enojosos negocios cortesanos, se dio incluso en las pequeñas dimensiones de la capital del reino altomedieval de León, cuyos reyes, cuando querían ausentarse, "estaban en Babia".

Tras los primeros diseños renacentistas de ciudades ideales, Tomás Moro, Campanella y otros humanistas acuñaron el género de la Utopía; y con la Reforma comenzó la experimentación política de los ideales, con terribles resultados (anabaptistas). En el siglo XIX le llegó su turno al llamado socialismo utópico y las comunas. La contemplación de la experimentación utópica totalitaria en la Europa de entreguerras llevó a Aldoux Huxley (Brave New World) y a George Orwell (Animal Farm y 1984) a reflejarlas en magníficas distopías.

https://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_(poblaci%C3%B3n_rural)
http://es.wikipedia.org/wiki/Ciudad_ideal
Véase también Civilización, barbarie y salvajismo-Buen Salvaje